LA LEYENDA DEL HOMBRE DEL JORONGO

Se dice que en México, todos los cuentos hablan sobre la muerte. Que aquí, la muerte recibe un trato diferente al que se le da en el resto del mundo. En estas tierras se reconoce su personalidad y presencia perpetuamente cercana, y se le nombra de manera acorde; Santa Muerte, Niña Blanca, Flaca, y otros nombres expresan dicho sentimiento de cercanía y confianza en un ser al que se le debe respeto, se le habla, se le promete y se le cumple, hay quienes se le encomiendan y confían en que la muerte les cuide, incluso se le invita a comer y se le guarda un lugar en la mesa. En estos días, por culpa de las imágenes y representaciones extranjeras, muchos creen que la muerte tiene aspecto de esqueleto y que viste túnicas y capuchas, pero los mas viejos y aquellos que han logrado ver a la muerte en persona y han vivido para contarlo, le describen como un hombre alto, tan delgado y de piel tan ennegrecida que parece una sombra. Dicen que viste sombrero ancho, pantalón de manta y jorongo, la típica vestimenta de los campesinos de tierras áridas, donde el sombrero es la única fuente de sombra protectora ante el implacable sol del día, y el jorongo es el único refugio ante el inmisericorde viento helado de la noche.

 

Se sabe, que cuando nacemos, es el Hombre del Jorongo quien fabrica y enciende una vela del largo, ancho y pabilo que se le dicta. Es por eso que los ancianos sabios dicen que las vidas de ceras largas y anchas están destinadas a vivir por largo tiempo, siempre que su llama sea bien cuidada, y es que, es muy raro que las velas se consuman completamente antes de apagarse, usualmente, el gran orden de las cosas determina qué vela ha de apagar el hombre del jorongo, o si alguna de ellas debe ser vigilada y protegida cuando soplan los vientos de las guerras, las plagas o las catástrofes, el hombre del jorongo no decide, tan solo vigila y hace cumplir el gran orden de las cosas, y que cuando una vela se extingue y una luz menos ilumina la caverna del hombre, no hay nada que pueda volver a encender dicha vela, ni siquiera el propio hombre del jorongo, pues su voluntad no es dictar quien vive y quien muere, sino resguardar las llamas que arden, e iluminar el camino par a aquellas que se extinguen, pero eso si, cuando la persona muerta ha faltado a su palabra o ha desperdiciado su luz de maneras indebidas empleándola para hacer daño a otros, el Hombre del Jorongo le abandona, condenándole a vagar medio de la obscuridad eterna.

 

Se dice también, que cuando una persona se encuentra agonizando en su lecho de muerte, puede verse la sombra del Hombre del Jorongo que se coloca en la cabecera de la persona, pues está esperando la inevitable extinción de su vela. Pero en ocasiones, el Hombre del Jorongo se coloca a los pies de la persona, lo cuál quiere decir que le fue comandado vigilar y proteger dicha vela que aunque arde débil, no debería apagarse aún, por esta razón, la gente de los viejos pueblos acostumbra colocar velas a los pies de los enfermos graves, y es una conocida práctica entre shamanes, curanderos y gente iniciada en la magia blanca, quienes además de velas, colocan a los pies del enfermo un pequeño muñeco o figura de barro, vestida con sombrero y jorongo.

 

 

 

Basada en Macario.

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